Comparto el pensamiento de aquellos que piensan que la democracia es
mucho más que depositar una papeleta en una urna cada cuatro años.
Incluso confieso que es de los aspectos de la participación que menos me
motiva, aunque, ciertamente, no se me oculta su trascendencia.
Igualmente me seduce muy poco toda la liturgia del aquelarre
preelectoral, que, en muchas ocasiones, me parece un auténtico
despilfarro, denunciado por algunos pocos en algunas pocas ocasiones.
Además resulta claramente injusto y sometido al imperio de los que más
tienen, vamos, como el resto de la organización de la sociedad.
Por
el contrario, lo que sí me parece trascendente es el momento de
reflexión, de crítica, de replanteamiento, de análisis, que suele llevar
consigo el momento electoral. Y dentro de esta reflexión, siempre tan
necesaria, a veces me fijo en un aspecto relacionado con los Programas
Electorales. Casi todos los grupos políticos que participan de este
momento, que no son todos, no lo olvidemos, elaboran sus programas
pensando en qué harían si gobernasen, si tuvieran la posibilidad de
decidir cómo querrían que se organizara esto. Aunque sepan que no
obtendrán el respaldo suficiente, que incluso puede que ni siquiera
tengan la posibilidad de gobernar con otros, no renuncian a explicar sus
planes y sus intenciones, seguramente les anima el pensar que de alguna
forma el sistema les permitirá, con los votos insuficientes que hayan
obtenido, influir de alguna forma en la gobernanza general. Y este
aspecto del sistema democrático sí que resulta trascendente. Si
realmente se produce, fortalece la idea de participación consustancial a
la democracia, y si no se permite, es decir si los ganadores se blindan
en su resultado y se hacen impermeables a las opiniones de los demás,
la democracia se pervierte y se transforma en otra cosa. De ahí el
clamor tantas veces escuchado últimamente de “lo llaman democracia y no
lo es”.
Otro aspecto del momento que estamos viviendo y que
también tiene que ver con lo que ocurre después del Día Grande, hace
referencia al trabajo cotidiano poselectoral de los distintos grupos
políticos, hayan obtenido más o menos votos, en cómo se organizan, en
cuál es su voluntad real de participación en la vida política del
pueblo, comunidad o país. En cómo gestionan los resultados obtenidos,
sean estos del tamaño que sean. Porque muchos ciudadanos se sonríen
cuando ven en las paredes escrito: “Desconfiad de las palabras”.
Una
buena parte de los electores pensamos que el hecho de que un grupo de
personas hayan decidido apostar por un Programa, significa que existe un
compromiso de defenderlo, de explicarlo, de ponerlo en cuestión, de
mejorarlo, de luchar por llevar a cabo las propuestas que lo contienen,
aunque su respaldo en las urnas no haya sido mayoritario.
Hago
votos porque sean cuáles sean los resultados del 24 de mayo los
ciudadanos continuemos luchando por nuestras ideas sin renunciar a
confrontarlas, a discutirlas, a proponerlas. Esta es la esencia de la
democracia. Si como muchos analistas afirman estamos entrando en otro
tiempo político, espero que ese otro tiempo se defina entre otras cosas
por superar la dicotomía de mayorías y minorías, atributo del
bipartidismo. Y porque desde cualquier ámbito de responsabilidad
en la gestión se facilite la participación, la confrontación de ideas,
el debate, la discusión que son, estas sí, la esencia de la democracia.
Federico de Haro de la Cruz
Haces bien en recalcar la conocida frase “lo llaman democracia y no lo es", acuñada por el 15M, porque no vivimos en un sistema democrático, no se perciben sus maneras, más todavía, los ciudadanos no recogemos sus frutos, el primero y primordial, la igualdad ante todos los aspectos de la vida diaria. Democracia no es elegir unas siglas, como pretenden algunos.
ResponderEliminarNo, nuestra democracia es tan solo una frase, una declaración de in-tenciones en el preámbulo de nuestra, de ellos, Constitución. El hecho de estar definida no implica existencia; la actitud democrática, la participación en la toma de decisiones, la crítica sin ánimo de herir, el respeto a lo distinto, a la minoría, en definitiva, al ser humano, no nacen con nuestra venida al mundo, tales sentimientos se educan, hay que aprenderlos y, a veces, resultan dolorosos. No nos engañemos, la maravillosa convivencia en la acampada del 15M, no es sino una manera de actuar, enseñada y aprendida en la escuela pública. Desde la parcela infantil con sus asambleas al inicio de la jornada, donde los niños guardan turno para expresarse o se consensua la actividad diaria, hasta los institutos o universidades, con la elección de sus representantes, norma aceptada y valuada por los estudiantes. Es una labor de aprendizaje larga y ardua. Sin estos mínimos valores, sin esta enseñanza, movimientos como Foro Social de Madrid, o las actuaciones en recintos ocupados como el de Tabacalera y por supuesto la acampada en la Puerta del Sol hubieran sido inviables. Sin estos ideales la Democracia, la de los hechos, no la de los escritos, no existe.
Hacía años, muchos, que no vivía un proceso electoral con tanta intensidad, quizás, me digo, porque es mi última oportunidad de acceder a un cambio real, después de un periodo inconcluso y transicional que en pocos meses cumplirá cuarenta años. Hay expectación en las miradas, en las palabras, los programas electorales se analizan, se discuten, algo impensable hace cuatro años. Esto sí se asemeja a una democracia pero, no nos olvidemos, hay que consolidarlo.
Termino amigo Fede, con unos versos de Góngora, unos versos conocidos en su inicio, aquellos que dicen: “Amarrado al duro banco de una galera turquesa…”, pero olvidados los posteriores, en los cuales el galeote, juzga su actuación pusilánime ante el látigo del cómitre, cuando son atacados por galeras cristianas. Ahí van.
“...En esto se descubrieron
de la Religión seis velas,
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza…
…hicieron que de los ojos
del forzado a un tiempo huyan,
dulce patria, amigas velas,
esperanzas y ventura…
…¿De quién me quejo con tan grande extremo
si ayudo yo a mi daño con mi remo?”.
Pues eso, que cada cual piense si debe o no soltar su remo.
Eduardo Torres.
Ha empezado algo, y poco tiene que ver con la "fiesta de la democracia". Consentimos pasar por este circo, porque perseguimos fines más grandes. Un quince de mayo de hace cuatro años cambiamos el "no nos falles" que algunos le pedíamos a Zapatero por el convencimiento de que somos nosotros los que no debemos fallarnos.
ResponderEliminar